I deeply admire those who understand technique before aspiring to create something that can be considered Art. Technique is not merely an acquired skill, but a fundamental tool that allows one to shape an idea or objective that, in its origin, belongs to the immaterial world. As the sculptor Constantin Brâncuși aptly put it: "Simplicity is a complexity resolved," highlighting how technical mastery enables us to bring a complex idea into the physical world with clarity and precision.
The technical process not only guides the path toward the creation of the artwork but also determines how the final result is understood. Through technique, the inherent message of the piece is clarified, allowing it to communicate with greater depth. In this sense, Paul Klee, in his famous Bauhaus Journal, emphasized that art does not reproduce the visible but rather makes visible what would otherwise remain hidden. This ability to reveal the immaterial through technique is, without a doubt, one of the fundamental pillars of the creative process.
Bringing an idea into the physical world is no simple task, requiring both knowledge and experience. This is where the figure of the craftsman comes into play, a person capable of translating any idea, giving it shape and value through the mastery of their hands and tools. As Richard Sennett suggests in The Craftsman, craftsmanship is a continuous dedication to perfection, where technique becomes both a meditation and a means to achieve virtuosity. The craftsman is, therefore, the mediator between the idea and its realization, someone who brings the immaterial to life with skill that transcends the mechanical.
This process of creation inseparably links the artwork with its author. Without this connection, the work loses its artistic essence and becomes a mere product. The creator, in turn, ceases to be one and transforms into an actor on a stage that is not his own. This idea echoes Walter Benjamin’s reflections in his famous essay The Work of Art in the Age of Mechanical Reproduction, where he argues that without the "aura" granted by the uniqueness of the artwork and its relationship with the author, art risks dissolving into the world of mere commerce.
From my perspective, this is the only path I know to understand and learn from Art, both the one I create and the one that surrounds me. It is a process in which technique is not merely a means but an end in itself—a constant dialogue between manual skill and the creative spirit that seeks to transcend the material to connect us with the universal.
[ESP]
Admiro profundamente a quienes comprenden la técnica antes de aspirar a crear algo que pueda ser considerado Arte. La técnica no es solo una habilidad adquirida, sino una herramienta fundamental que permite dar forma a una idea u objetivo que, en su origen, pertenece al mundo inmaterial. Como bien señaló el escultor Constantin Brâncuși: “La simplicidad es una complejidad resuelta”, lo que subraya que el dominio técnico es lo que nos permite plasmar en el mundo físico una idea compleja con claridad y precisión.
El proceso técnico no solo guía el camino hacia la creación de la obra, sino que también determina la manera en que se comprende el resultado final. A través de la técnica, se clarifica el mensaje inherente a la obra, permitiendo que esta comunique con mayor profundidad. En este sentido, Paul Klee, en su famoso “Diario de la Bauhaus”, resaltaba que el arte no reproduce lo visible, sino que hace visible lo que de otro modo permanecería oculto. Esta capacidad de revelar lo inmaterial a través de la técnica es, sin duda, uno de los pilares fundamentales del proceso creativo.
Traer una idea al mundo físico no es una tarea sencilla, y requiere tanto conocimiento como experiencia. Aquí entra en juego la figura del artesano, una persona capaz de traducir cualquier idea, dotándola de forma y valor a través del dominio de sus manos y herramientas. Como sugiere Richard Sennett en The Craftsman, la artesanía es una dedicación continua hacia la perfección, donde la técnica es tanto una meditación como una forma de alcanzar el virtuosismo. El artesano es, por tanto, el mediador entre la idea y su realización, alguien que da vida a lo inmaterial con una destreza que va más allá de lo mecánico.
Este proceso de creación vincula de manera inseparable la obra con su autor. Sin ese vínculo, la obra pierde su esencia artística y se convierte en un mero producto. El creador, por su parte, deja de ser tal para transformarse en un actor dentro de un escenario que no le pertenece. Esto se acerca al pensamiento de Walter Benjamin en su célebre ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, donde reflexiona sobre cómo, sin ese “aura” que confiere la singularidad de la obra y su relación con el autor, el arte corre el riesgo de diluirse en el mundo de lo meramente comercial.
Desde mi perspectiva, este es el único camino que conozco para comprender y aprender del Arte, tanto el que creo como el que me rodea. Es un proceso en el que la técnica no es solo un medio, sino un fin en sí mismo, un diálogo constante entre la habilidad manual y el espíritu creativo que busca trascender lo material para conectarnos con lo universal.